jueves, 16 de junio de 2011

Bolivia-Perú 2011

Hace un mes que regresé de Perú. Antes pasé por Bolivia y como ya tenía un buen tiempo sin poner nada en el blog pues aquí van unas fotos y unas líneas como para no dejar pues.

La Paz, Bolivia 29 de abril.

Muchos años intentando ir a Bolivia y por fin fui. Todo para llegar en las fechas justas ( 3 y 4 de mayo) a Macha, pueblito en el sur del país donde se celebra la fiesta del Tinku, una salvajada ancestral de la que hablaré en otro post más adelante.
Pero antes de eso estuve unos días en La Paz para conocer y hacer un reportaje de las “cholitas luchadoras”, ya bastante conocidas mediáticamente en el mundo entero, pero yo no iba a dejar de hacer algo con ellas ¡obvio!
Llegué por la noche muy tarde a La Paz haciendo escala en Lima. El túnel de salida del avión fue como una transferencia a un tiempo pasado. Luces tenues, mobiliario viejo, y una sensación de abandono, de que las cosas funcionan por inercia, por suerte. Los funcionarios de inmigración están en unas casetas de los años 60 y no hay nada computarizado; no es que me importe pero desconfío de los controles y papeles apilados en torres de Babel. Nada directo y mucha burocracia. El aeropuerto del Alto, a 4.000 metros de altura es mínimo y las correas por donde salen las maletas me hicieron recordar a aeropuertos del interior de Venezuela llenos de polvo y aire viejo. Antes de ir a Bolivia sabía que en todo el viaje no iba a estar por menos de los 3.600 metros de altura. Tuve mis momentos de angustia controlada por aquello de ser fumador, hacer poco ejercicio, en fin, esta vida de aburrimiento físico. Y cuando llegué a La Paz, esperando mi maleta insconcientemente esperaba un colapso, una presión cerebral, algo que me indicara que estaba no apto para esas alturas. Pero no, recogí mi equipaje ( salió de último) y ya me estaba esperando el chofer del hotel en la puerta. Seguía sin sentir nada, bueno si, 6 grados de frío.
Lo primero que veo es un gran anuncio que dice: La Paz, 3.600 metros de placer y cultura. Bueno, que bien. Muchas luces en el camino hacia el hotel. Como estoy acostumbrado a las llegadas nocturnas a Caracas y esa visión de “que lindas las luces” por todos lados, no me ilusiono: ya sé que son los miles de ranchos ( chabolas) que rodean la ciudad. El conductor me empieza a hacer preguntas, de dónde vengo y tal. Decir Venezuela es igual a dar pie a un comentario inmediato “¡ah! Venezuela, ¿qué opina usted de fulanito? ( el presidente CH)" “Pues señor, no opino nada, es el presidente del país donde nací y donde vivo”, mi respuesta no lo corta, y se anima “el que tenemos aquí no tiene opinión propia, repite como un loro lo que dice aquel” trato de dar por finalizado el tema “Pues qué lástima” replico, y de una vez cambio la conversación, me ladilla tener que hablar siempre de cosas que no me conciernen y más cuando se trata de personajes tan aburridos. El tema que más me interesa es el de la altitud, no quiero que me dé una vaina. “Señor ¿ qué es bueno para el mal de altura?” “ Mucho té de coca, todo el tiempo, pero no abuse porque es muy fuerte y le puede dar taquicardia, eso si le digo, lo del mal de altura es sicológico, a veces la gente se predispone a que le pase” Ok, digo para mi, pienso lo mismo. La cabeza es ideal para pensar en guevonadas y la mía especialmente. Adopto la posición mental “deja ya de pensar en lo que no ha pasado”
Son casi las dos de la mañana cuando llego al hotel. Me espera un solícito recepcionista ( que me hace pensar que los bolivianos son todos así pero no, no lo son) que me ofrece el primer té de coca de los cientos que tomaré. Vuelvo con el tema de la altura, “no se preocupe, cualquier cosa estaremos muy pendientes de usted esta noche, trate de dormir bien y mañana no haga esfuerzos, descanse y sobre todo, no fume” OK, vale, hasta mañana.

30 de abril

Después de dormir irregularmente, al día siguiente me dedico a investigar varias cosas por la zona donde estoy. Me llama la atención ver por la ventana más ranchos de los que me había imaginado la noche anterior, ¡son un montón! Circundan la ciudad junto a unas bellísimas montañas gigantescas pobladas de nieve abundante.


Rancho, rancho y rancho


Limpiabotas de La Paz


Cholita iluminada


Corte de pelo por 2 dólares


Cholita suspicaz


Sol de la tarde

Y por fin siento la altura, al caminar solo una calle mis pulmones me piden más aire del que puedo darle, el corazón me late más de lo usual y me asusto un poco, pero paro y descanso, sigo, me mareo, respiro con dificultad. Prefiero volver al hotel, me tomo otro té de coca. Busco algo de comer cerca y me voy a la habitación a quedarme tranquilito. Por la noche voy a ir a ver a las cholitas luchadoras y quiero estar bien.
Ya por la tarde, me encuentro en el centro de la ciudad con el periodista Alberto Medrano, que trabaja para la empresa que organiza las luchas de las cholitas. Nos vamos a un barrio no muy lejano de allí, Villa Victoria, donde en el coliseo del mismo nombre van a llevarse a cabo los combates.

No hay nadie todavía, el lugar es deprimente, como abandonado y dejado de la mano de la suerte latinoamericana. Llegué a las 5 y salí de allí a la 1 de la mañana. La puntualidad no es virtud boliviana en absoluto. En todo ese tiempo tuve mucho espacio para conocer a las cholitas “Juanita la cariñosa”, “Reyna”, “Benita la intocable y “Rosa la cholita”. Hay también luchadores hombres pero la verdad no me interesan mucho esta vez.
“Juanita la Cariñosa” tiene 29 años y dos hijos, una niña de 12 y un niño que apenas dio a luz hace dos semanas. Ante mi perpleja cara de sorpresa por su reciente alumbramiento le pregunto “ ¿y vas a luchar hoy? y me responde “No puedo vivir sin la lucha, es algo que se lleva en la sangre y si no lucho pues no gano dinero ( ganan entre 15 y 30 dólares por combate), fueron muchos meses sin pelear y hoy por fin es mi regreso al ring”. Juanita ( su verdadero nombre es Mery), me muestra a su bebé recien nacido que va envuelto en unas mantas como un gigante paquete y casi no se le ve la carita. Orgullosa me lo muestra y le hace cariñitos. El bebé duerme plácidamente. Afuera en la calle han puesto un altavoz que escupe música de trash-speed-metal que por la mala ecualización más bien parecen rayos y truenos.


Rosa la temerosa


Benita la intocable

“Benita la intocable” ( nombre real Mariela) es otra de las cholitas que lucharán esta noche, hija y nieta de luchadores bolivianos, su destino estaba marcado por este deporte. “Me gusta pegar y sentir la adrenalina que emana de la lucha, en lo personal soy fuerte y como enemiga no me quieras tener, me gusta ser mala”. Después de decirme esto, sale a escena bailando con una música típica boliviana de fondo, el poco público ( que paga 1 dólar por la entrada) asistente en el pequeño gimnasio, que se ha mantenido aterido de frío pero paciente con la impuntualidad del evento, la recibe con abucheos, ella les responde con gestos de odio y los enfrenta, algunos niños le gritan obcenidades, ella continúa hacia el ring. Luego salen “Juanita la Cariñosa” y “Rosa la cholita”, las buenas de la contienda. Acompañará a Benita, la cholita Reyna, de 20 años, otra de las “malas” de la noche que al salir un niño le tira palomitas de maíz a la cara, Reyna se enciende y lo toma por los pelos, le estampa la bolsa en la cabeza desparramando todas el contenido por el suelo. ¿dónde estarán los padres de este niño?





Las cuatro se encuentran en el ring. Se insultan, “chola sucia, te voy a matar, me tienes harta con tus malos modales” le dice Juanita a Benita. Ésta, ni se inmuta y le da una cachetada a traición que le pone la mejilla colorada. El drama y el teatro está servido, las otras entran al ring, se jalan los cabellos, gritan, pegan patadas, hacen volteretas con sus trajes indígenas tradicionales fácilmente. Al final ninguna gana, todo es parte de la trama, para que el público vuelva y desee más la semana siguiente. Y mientras llega ese día, Juanita volverá a amamantar a su bebé y Benita regresará a su trabajo de secretaria en una oficina de abogados de la ciudad. continuará......

sábado, 11 de junio de 2011

I Was There ( el inicio)


Quito-Madrid-La Coruña

A finales del año 2001 una serie de eventos afotunados y desafortunados me llevaron Nueva York, un mes después de la caída de las torres gemelas. Allí hice el primer reportaje de una serie que se repitió en un par de ocasiones más, siempre enfocado en la huella que todavía está humeante de alguien o de algo, incluso de sensaciones. Fue en ese momento donde empezaba a ser un fotógrafo freelance, sin quererlo, sin planificarlo, y donde también nacía I Was There.

En el año 2002, siempre por razones laborales que eran muy personales, empecé a viajar bastante. Lo que siempre había soñado se hacía realidad. La cámara, mi apreciada Hasselblad, estuvo ( y está) conmigo dándome la posibilidad de hacer las fotos que me gustan, las únicas con las que me defino, no como fotógrafo, sino como persona, ¿cómo es esa definición? Ahora mismo no tengo ni idea.

En las muchas horas de soledad de esos viajes se germinó una forma de observar a través del lente de 80mm de la Hassel. Una sensación que ha ido madurando maravillosamente a lo largo de estos casi 10 años. Una pensamiento obvio y sencillo: estuve allí. Para contarlo, para vivirlo. Cada foto representa una sensación diferente, el recuerdo de un sentimiento ( feliz y triste), de un olor, de una canción, del ocio, del cansancio, del insomnio, de horas y horas conmigo mismo. Cada foto me lleva de inmediato a eso que viví. No es una filosofía de vida, es un estado de ánimo, soy yo.
En el 2004 hice en el Museo de Arte Contemporáneo Sofía Ímber de Caracas ( así aún se llamaba en esa época) la que hasta ahora es mi última exposición individual, comisariada por José Antonio Navarrete. Y hoy, todas mis fotografías son I Was There.
El nombre surgió cuando debí ponerle una etiqueta a cada foto que hacía, I Was There 1, 2, 3, 4, 5……y se quedó así.

Acompañan estos textos las primeras fotos de esa serie. Ahora hay decenas de etapas.

Este es el texto que escribió José Antonio Navarrete para la exposición.

Más allá de la letra

En su título, I Was There, se postula como una suerte de itinerario personal de viaje. Aunque refuerza esta proposición la inclusión en las leyendas de las obras de los lugares donde las imágenes fueron hechas, el disminuido potencial de referencia de los signos incluidos en la mayoría de ellas y las soluciones organizativas a modo de dípticos y trípticos adoptadas por el autor, establecen límites considerables a la operatividad de este postulado.


Caracas-Cuenca ( Ecuador)

Puede que en las tensiones manifiestas entre ambos órdenes discursivos: el verbal-de carácter designativo fuerte-y el visual-de alusión débil-se localice para el espectador una zona fértil de significados en la lectura del presente trabajo de Luis Cobelo.
Cuando aquí se habla de debilidad referencial en estas imágenes se toma en cuenta, entre otras cosas, la visión poco explícita o escasamente argumental del objeto que ellas registran. Una lista de adjetivos-ante la cual el pudor debería rendirsepor su sobreuso en la cítica artística contemporánea-podría añadirse para determinar con mayor exactitud los rasgos específicos de esta visión: fragmentaria, indeterminada, fugaz, desvanecedora, independientemente del variable peso de uno u otro que es posible hallar en las distintas fotografías.


Granada-Bilbao

En ellas no son importantes las huellas identificables de Madrid, Londres o Quito. La precisión geográfica que anuncian tiene lugar sólo en el ámbito del discurso escrito, pues son portadoras de signos fácil y mutuamente intercambiables. Esto no impide abordar el trabajo de Cobelo como un hecho autobiográfico; pero podría ser mejor explorar su condición de ensayo articulador de una percepción del mundo que el espectador contemporáneo también puede reconocer como suya.


Orense-Autopista A-6

La unión de las imágenes en dípticos y trípticos, que obligan a establecer relaciones entre las incluidas en cada obra, enfatiza no sólo la carencia de marcas singulares en los escenarios fotografiados, sino también la última orientación de lectura arriba enunciada. Si el arte de comienzos de este siglo parece distanciarse de la obsesión por la autobiografía dramatizada que caracterizó a una amplia parcela de la práctica artística durente el decurso de las dos pasadas décadas, I Was There-aunque contaminada por ésta-disuelve sus contenidos duros, apostando por una vivencia individual extensivamente compartida.


Este es el texto que se hizo para la revista venezolana de fotografía Extra Cámara el cual publicó el portafolio de I Was There, la primera etapa.

I Was There, de Luis Cobelo, por Thelma Carvallo

Como una bitácora de los nuevos tiempos, el trabajo de Cobelo incide en narrativas extraídas de lo cotidiano. Aquellos espacios residuales, escindidos entre la globalización y el materialismo, son los puntos de focalización del artista. Estas escenas que la contemporaneidad ha atrapado a través de otros creadores, cuya herramienta de trabajo es la cámara fotográfica, nos conducen hacia el término nomadismo, término vinculado a las experiencias trashumantes no sólo del modo operativo de los artistas, sino de una manera de pensar y de afrontar el caos inmediato en nuestra época.


Barcelona-Santiago de Compostela

Los registros de Cobelo, en su serie I Was There, no demarcan ni limitan la espacialidad, más bien plantean el clima de la itinerancia, para detenerse en los recodos perdidos de las grandes urbes, por un lado, y también en aquellos espacios íntimos del entorno privado.
Pareciera que su intención está orientada a registrar espacios reales como si fueran virtuales, a propiciar una memoria fragmentaria, autobiográfica o no, que desmantela toda imagen prefabricada y referencial de los lugares del mundo circundante y del mundo personal.


Oporto-Madrid


Riviera Maya-Océano Atlántico

Cobelo elabora un diario de viaje que reúne “todos los lugares” y espacios cotidianos que se mimetizan con la ciudad, abriendo el diálogo entre ciudad y hábitat personales, a través de la arquitectura y el diseño, en registros de fuertes contrastes. Encuentro tal vez ciertas coincidencias con la fotografía de Jorge Heredia (Lima, 1958), cuya atención se dirige hacia los espacios urbanos sin referentes y la reelaboración de una lectura reflexiva; sin embargo, Luis Cobelo no pareciera querer atenuar la realidad con poesía, no manifiesta el interés poético de Heredia, sino más bien, deja ver entre sombras y luces la espacialidad del desarraigo, tan vinculada a las crisis económicas mundiales.


Madrid-Océano Atlántico


Sevilla-Londres-Lisboa
Desde sus gestos y personajes de 1998 con la serie Dormidos, Cobelo ha ido desmaterializando el objetivo de sus registros y ya no nos presenta enunciados ni argumentos; mucho menos narrativas; al contrario, pacientemente suscita una reconstrucción de escenarios, la mayoría de los casos ambivalentes, cargados de ironía, que ponen de manifiesto ciertos apuntes del desasosiego y la soledad: “Ya no es el sujeto el que representa al mundo, es el objeto el que refracta al sujeto y sutilmente, a través de los medios, a través de la tecnología, le impone su presencia, su forma aleatoria”1.

Su mirada certera sobre la accidentalidad callejera no pretende condenar ningún suceso contemporáneo, sino que nos remite a aquella memoria colectiva a la que estamos vinculados inevitablemente por la dinámica de la época. Sus imágenes lejos de glorificar los espacios, nos llevan a la reflexión sobre la homogeneización de la visión territorial, producto del acelerado crecimiento económico y demográfico del mundo. Insisto en que la mirada de Cobelo nos presenta “todos los lugares” en uno, como síntoma y consecuencia de la enajenación visual del espectador. Por otro lado, sus registros se vinculan climáticamente con el cine, al producir fragmentos narrativos o “ediciones” de relatos urbanos, cortes que parecieran inquietarnos por su indefinición y pulsación vital.


Buenos Aires-Lisboa


Buenos Aires-Sevilla-Barquisimeto

La construcción de sus imágenes tiene también resonancias de la pintura norteamericana de la pre-guerra, directamente de la obra de Edward Hopper, quien articuló el espacio psicológico y el territorial en la máxima expresión de la desilusión (aún vigente) de un tiempo histórico.

Esta perspectiva se palpa en aquellas situaciones de calles solitarias, registradas en contraste y donde la ausencia del sujeto, la sola imagen de sus huellas, nos traducen los efectos traumáticos y descollantes de las caídas, estéticas, económicas y culturales de nuestra sociedad.

1 Baudrillard, Jean. “La ilusión y la desilusión estéticas”. En: La ilusión y la desilusión estéticas. Caracas: Monte Ávila Editores/Sala Mendoza, 1998, p. 24.

Este texto lo escribí para presentar la serie en el año 2003.

I Was There-Luis Cobelo

En este trabajo pretendo exorcizar aquellas imágenes que durante años me han perseguido y que ahora, sin ninguna preparación previa fluyen invadiendo mi espacio vital de forma positiva, resultando un descubrimiento maravilloso, un renacimiento de fotografías mil veces realizadas por otros; la exploración del entorno del individuo, que en mi caso se convierte en una honesta revisión-influencia de la fotografía de los últimos años.


Biarritz

Es un viaje interior a través de la superficie de la realidad inevitable, un viaje necesario hacia el yo posible. Son ciudades del mundo, Londres, Caracas, Buenos Aires, Sevilla, Madrid, Lisboa, Quito, New York, ..., pero todas pueden ser el mismo sitio, no hay diferencia, no hay nada característico de cada ciudad, simplemente la imagen es lo que marca que por ese sitio alguna vez estuve. Puedo figurar el paso del cuerpo presente muerto o dormido a éste de espacio presente donde el cuerpo del deseo se ha levantado de la cama, como la foto del lecho vacío, la esquinas, las puertas que una luz transparenta......


Granada-Madrid-La Coruña


Lisboa-Oporto-Cancún

No es algo nuevo para la retina del que cree todo inventado, en un mundo plagado de nada original lo único real que resiste es la interior exploración sobre el lenguaje y las bases que afortunadamente otros dejan en nuestros espíritus
Son lugares por donde paso y no dejo mi nombre sino en ese yo de la visión que traducido al título en español tiene las dos vertientes copulativas: Yo era aquí o yo estuve aquí.