lunes, 18 de noviembre de 2013

Reyes




1.
Pertenezco a una generación que tuvo la suerte de vivir la gran época del rock venezolano de los años 80 y parte de los 90 encabezada por la banda Sentimiento Muerto. Después de eso, poco me interesó lo que se hacía. Últimamente y ayudado por el hecho de que paso demasiado tiempo en mi auto (porque me ocupo, no porque me guste estar conduciendo)  he redescubierto el placer de escuchar la radio. Mis queridas Mamarock, Gloria y Krys me devolvieron el placer por las ondas hertzianas perdido por allá no sé dónde. Cosa que me ayuda cuando estoy metido en el tráfico a olvidarme de donde estoy. Estoy aprendiendo a oír de nuevo, a no tener el impulso de apagar antes de dejar que las canciones rueden completas. Y sí, hay un nuevo rock hecho en Venezuela que está muy bien. Existen cosas geniales, cosas fabulosas y mierdas incomprensibles.

2.
Soy un rocker empedernido. Las guitarras, los gritos, el desgarro y los beats potentes de las baterías son mi caldo de cultivo desde la infancia. Me gustan los malos/as, los/las outsiders, los auténticos/as, los que se meten en problemas por decir lo que piensan y se empeñan en ser humanos con un don y con una genialidad. Aquellos y aquellas que se manejan en sus propios términos son los más inspiradores. Desde que viera un poster de Jim Morrison, Los Beatles y Kiss en la tienda de discos de mi padre ( Disco Pop en la avenida 20 con 28 en Barquisimeto) tuve curiosidad por lo que había detrás de esos aparentemente buenos niños con peinados de buenos niños, de la mirada intensa de un loco y del maquillaje de unos carajos que me daban miedo. Y como niño que era, primero los ponía en el pequeño tocadiscos de nuestra casa, siempre curioso por lo que saldría de esa conexión entre aguja y líneas de un círculo brillante ( fascinación todavía latente ¿no?) y siempre después de ese acto mágico, independientemente de si me gustaba o no lo que emanaba de esa conexión,  tomaba el acetato y lo tiraba contra la pared. Si, como un freesbe. Podía tener a disposición una enorme cantidad de discos ya que el depósito estaba en el cuarto de los trastes que todo el mundo tiene en su casa. Ese era una de los juegos entre mi hermano y yo: lanzar discos de 45 contra la pared y maravillarnos con la explosión del plástico. Que me perdonen los puristas, ¡pero es que había un montón y era demasiado divertido!
Teníamos 7 u 8 años y ya éramos rockeros rompiendo el rock.

3.
Hace pocos días fui a un concierto de alguien que desconocía por completo. Que si fue miembro de Claroscuro, de Chuck Norris y Joystick. Bandas que jamás he escuchado.
Carlos Reyes tiene un proyecto nuevo que se llama así: Reyes. No asistí muy convencido a su concierto por esa mala y negativa idea preconcebida de que “si no lo conozco para qué voy a ir a escucharlo”. Y me di con una patada en las narices de lo idiota que puede ser uno por tener esa preconcepción que señalé antes. Carlos es un chico sin pretensiones de estrella rock, que hace un rock auténtico, que toca las fibras ( al menos las mías) y de su guitarra se van notas de fuego, acordes de cristal rasgado que pueden sonar como un coro de ángeles enamorados vestidos de negro. Fuimos sus siquiatras por una hora. A través de sus letras es obvio que no hace lo que hace para nadie excepto para él. Nos dijo, toma lo que necesites: amor, pasión, locura, cariño, melancolía, oscuridad, rutina, tristeza. Exorciza y sigue adelante. Carlos refleja mucha intensidad. Si es así o no, guarever. Es un tipo que se baja de la tarima y se va a comer un pepito de carne en la calle con todo el arsenal de salsas, al mismo tiempo te cuenta como llegó a componer el riff de uno de sus temas más difíciles y después la voz se le endulza cuando habla del amor que siente por su querida Belisa…bueno, ahí es cuando el silencio se apodera del planeta.
Es agradable descubrir a gente que es creadora en su territorio y lo saca a la luz. Con el riesgo que eso conlleva, el de mostrar demasiado de uno mismo. Artistas que se inspiran en las menudencias de la cruda, oscura y brillante vida cotidiana, que encuentran belleza en el caos, y caos en la belleza, que te dicen “soy sensible” y no les importa si estarás de su lado. Si lo estás bienvenido, y si no, pues también. 
Carlos es una persona que te dice “esto es lo que hay, esto es lo que soy”. 
Es uno de esos pocos genios sin fachadas.


jueves, 14 de noviembre de 2013

Cárcel y Felicidad


1.
Si, ahora vivo en algo parecido a una cárcel. La sensación es deprimente y angustiante. Un país entero con barrotes: sicológicos, económicos, políticos.
Me voy un mes y aquí cambió todo. Tampoco es que antes de irme las cosas estaban bien. A ver, ahora si parece que se está yendo todo a la mierda. Los precios se triplicaron en todos los aspectos. Cuando sales de hacer la compra en el super piensas con miedo si voy a poder hacer la siguiente y es que cuando ves la bolsa con tres pendejadas y luego recuerdas la cifra, y es ridícula. Y con todo es igual, la sensación de que todo se te escapa de las manos es terrorífica.
Por eso lo de la cárcel. Como Cuba, donde comprar un pasaje para salir del país cuesta años de trabajo para cualquiera y si lo consiguen luego deben sortear la burocracia para que les den permiso y viajar. Pues aquí lo mismo. Ya entramos en esa ruleta de la suerte para ver si podemos o no conseguir los miles de miles de bolívares que cuesta un billete de avión para simplemente salir de viaje a lo que te dé la gana.

2.
En ese mes de ausencia, los chiflados que supuestamente dirigen este país van y crean un Viceministerio de la Suprema Felicidad (no le veo el sentido al ”Vice”, en fin, me da igual) y te preguntas si estás en un capítulo orweliano o en un país de verdad. Ahora resulta que los pobres son infelices, creía que no. Que el dinero no daba la felicidad, que eso era malo y ahora dicen que sí. Pensaba también erróneamente que los discapacitados y los ancianos eran felices, a su manera de vida obviamente. A este núcleo de personas, entre otros que aún no están definidos, iría dirigido el recién creado organismo, para ayudarlos a superar sus adversidades. Y digo yo. ¿un gobierno como gobierno tal y como está armado y conjugado y desarrollado y formado no debe hacer esto sin la necesidad de crear un puto ministerio de mierda con nombre de comic?
Existe algo en el trasfondo de todo esto que no sé si alguien ha evaluado. Esto es: si un gobierno crea un viceministerio para la suprema felicidad ¿quiere decir que los habitantes de ese país no somos felices? ¿qué a la felicidad solamente  se accederá  a través de un papeleo burocrático?  ¿cómo se medirá el rango de felicidad e infelicidad para aplicar? ¿no tendremos todos los habitantes de este país el derecho de ser felices en nuestras propias individualidades? En fin, me agoto, podría estar todo un día escudriñando a la estupidez y de seguro me ganaría. No se puede más.
La creación de semejante mamarrachez genera un sinfín de imaginaciones sarcásticas, irónicas y delirantes que ya mucha gente ha expresado a través del humor; una demostración de que en este país aunque tengamos un montón de razones para no ser felices, nos reímos de las payasadas generadas por quiénsabequiéncoñoseleocurresemejantedelirio  Y eso, supongo que también es ser feliz.

3.
Aquí estoy pues, escribiendo de política ( o de la problemática que crea la política) De los problemas que pasan en mi país. La verdad es que me deprime espantosamente ver que los que dirigen el país son los muñecos de los teletubbies y me asombra la capacidad que tienen de creerse lo que dicen: me quito el sombrero ante ese gigantesco cinismo puro y esencial.
Evidentemente todo esto crea una desazón enorme en mi alma. Me pregunto si habrá gente que piensa lo mismo que yo. En fin, quizá escribir estas líneas me haga sentir mejor, peor o GUAREVER. Que pereza. Y  digo como siempre, ¿a quién coño le importa?

sábado, 2 de noviembre de 2013

A quién le importa


1-
Tengo ganas de decir muchas groserías. Aquí solo puedo llegar a escribirlas: coño, puta mierda, joder, coñodesumadre, la puta que lo parió, me cago en la leche, mierda de los cojones, me cago en la puta, coño, coño, joder, joder, joder...y vuelta a empezar. ¿La razón? Obvio hay muchas. Da igual. Quiero decir, escribir groserías. Estoy en un mood muy filoso. A todas estas, ¿a quién coño le importa? A veces me importa un poco, a veces me importa una mierda, a veces me importa demasiado.
Son las 7 de la mañana y estoy en Caracas, en el aeropuerto. Hace unas horas estaba durmiendo en el suelo. Y sin saber cómo coño ha sido. Dormí como un bebé de 3 meses durante dos horas seguidas utilizando como almohada una bolsa que rellené con mi ropa. Todo esto mientras sujetaba mi mochila de la vida (cámaras, etc) con un brazo y ponía una pierna sobre la maleta. Por aquello de que no vaya a ser que me roben. ¡Y mira tú que suerte he tenido! Todo estaba en su sitio cuando desperté. Hasta tuve que poner la alarma del móvil. Cuando me levanté aún seguía con la pesadumbre de horas de vuelo y cansancio acumulado. Miro a mi alrededor y me doy cuenta que tengo un montón de vecinos con los que compartí el mismo piso frío y desnivelado de nuestro magnífico aeropuerto nacional. Todos nos estiramos y casi nos dimos los buenos días como compañeros de cama. Como no tenía que vestirme, salí cagando leches a facturar para el regreso a mi pueblo, a la base. Al menos hay una base, eso creo. Son en mi reloj las 5 y 20 de la madrugada ( luego resultaría que tenía la hora de Miami que es media hora de más y hasta ese día por la tarde ni me percaté, ay que feliz parece que soy)
A esa hora que yo no sabía que no era la hora, ya hay una mega fila de personas histéricamente pasivas, trasnochadas y de mal humor esperando hacer check in. La energía que se palpa en el ambiente es negativa y muy pesada, creo que casi la puedo tocar con las manos. Allí estamos, todos con el mismo sentimiento de miedo de no perder el vuelo, de que no haya problemas con el boleto y que ninguno de los aviones esté retrasado. Esto último obviamente es tan seguro que ya nadie protesta. En este país la gente está tan acostumbrada a esperar y esperar y esperar y esperar por cualquier cosa, que la paciencia ya no es paciencia. Es una virtud añadida a nuestro gentilicio, como lo de las mujeres lindas y las playas espectaculares. Ya no es un issue. 

2-
Desde hace unos meses mis boletos tienen una extraña cartografía ridícula: de Caracas salgo para Panamá, luego voy a México y a las dos semanas termino en el cuarto de los sospechosos del aeropuerto de Atlanta para al día siguiente amanecer en Rio de Janeiro. Y no sé lo que es dormir. Mis preocupaciones son llegar a tiempo a las puertas de embarque, ver si hay alguna wifi disponible para dejar por ahí mensajes de que estoy vivo ( todavía sigo creyendo que a alguien le importa) y dormir donde me pille. Ya ni me interesan los tiempos de vuelo. Me entero cuando el capitán echa el cuento. Pero antes, siempre me repito optimista "dormiré en el avión". Iluso de mi. 
En el futuro me va a gustar recordar esta época de rock star sin tener ni la guitarra, ni las baquetas, ni mucho menos la voz para estar en una banda. Aunque lo más parecido a un grupo de rock es lo que tenemos en "Cocina para luchadores" : un cocinero que toca la guitarra y canta, un editor que sólo viste camisas grunge, un diseñador zen que oye música extraña y que usa chalecos estilo Marty McFly, un director de cine que un día puede ser un robot humanoide que solo hace gestos con la cabeza y otro día habla unas palabras y sigue siendo un robot humanoide que solo hace gestos con la cabeza, y un servidor, frenéticamente histérico queriendo tener el control de todo cuando tener el control de todo es una mierda que a veces no sirve para nada. Nuestra habitación, esa sí que tenía la pinta de ser de una estrella de rock: vasos vacíos y llenos, botellas de vino y de tequila y de mezcal, ceniceros repletos de colillas, ropa tirada, papeles, etc. Cada día cambiaba y era como hacer arte. Nuestra ama de llaves nos miraba con mezcla de extrañeza y respeto. Nos faltó tirar la tele por la ventana. Si, antes de España estuvo México. Pero ese es otro cuento más largo y que merece un apartado más extenso. 

3- 
Miro atrás, no tanto, solo 4 días y no sé cómo estoy de pie. Dormir, dormir, dormir…no me acuerdo. Algo en un avión, quizá desde Madrid a Miami, no sé…. O tal vez en el de Santiago a Madrid, puede. Pero creo que fue en el de Miami a Caracas, no, en ese no: mi vecino era tan grande que invadía mi espacio torpemente dándome codazos todo el tiempo. Y digo, mierda, si que soy drama queen, ¿no acabas de decir en el párrafo 1 que dormiste dos horas como un bebé en el suelo? Deja de llorar idiota. 
Hace 4 días también estaba haciendo mi primer tweet y no sé si la tierra tembló pero yo no sentí nada. Me aburre el twitter, qué le voy a hacer. Hace dos días murió Lou Reed y la tierra si que cambió. Perdimos (perdí) a un inspirador, a un pensador, a un escritor de historias fascinantes de vidas honestas, crueles, duras, dulces, amargas, alegres, tristes, irónicas, sarcásticas…en fin, como es la vida, sin manipulaciones electrónicas. El planeta siguió girando. Me imaginé el cuerpo inerte de Lou en una sala fría de alguna morgue neoyorkina y sentí un escalofrío y un vértigo incrédulo como si lo mirase en vivo y directo. No te crees que alguien con tanta vida interior desaparezca. Bye Lou, thanks Lou. 

4- 
Caracas-México-Madrid-Santiago-Madrid-Miami-Caracas-Barquisimeto. 
Aquí está otro de esos boletos “locos” que hasta el inspector de Cadivi ( un organismo venezolano que regula si te dan o no unos pocos dólares a precio preferencial) que le tocó mi caso seguramente ni lo entendió porque me negaron los putos dólares. 
Desenfocado en el aeropuerto de Santiago de Compostela. Viene el regreso y es cuando debo estar alerta de no perder el avión de vuelta a Madrid, donde después de unas pocas horas arañadas al sueño, vuelva a tomar otro hasta Miami. Muchas horas turbulentas después y mientras escucho a Lou, a Stephen y a Trent estoy espatarrado en una silla del aeropuerto de Miami, esperando para embutirme de nuevo en otro asiento diminuto e incómodo y volver a la anarquía, para volver al “sálvese quien pueda, cuídate el culo tu solito que nadie te lo va a cuidar” ¿Cuál es la anarquía? Tiene nombre de país: Venezuela. Recuerdo una reflexión posterior de un viaje a Ecuador que hice hace unos años donde aseguraba a unos amigos que “si algo no se jode todos los días en ese país, es por pura suerte” Bueno, algo más repotenciado, insuflado y explotado pasa en “un país que sería el mejor país del mundo para vivir si no fuera por…(yo pongo GUAREVER)” en palabras del vecino que no me dio paz entre Miami y Caracas. 

5- 
Amada Venezuela. ¡Cuanta suerte! Si no se cae un avión nacional -donde parece que las ventanas van abiertas y te preguntas por los mantenimientos de los mismos y mejor déjalo así no pienses más- es por pura suerte, si te roban y no te matan, es por pura suerte, si te roban y te perdonan la vida, es por pura suerte, si haces alguna gestión gubernamental en un ministerio o equis oficina del estado y sale rápido, es por pura suerte, y si sale en 5 horas y no en 7, ¡uf que suerte!; si en un banco alguien te atiende con una sonrisa es por pura suerte, si dejas la cartera olvidada y milagrosamente la recuperas con todo lo que hay en su interior, es muuuuucha suerte, si la recuperas con tu documento de identidad, eso sí que es una suerte, y así, podría estar escribiendo infinitamente de la suerte que tenemos los venezolanos de vivir en Venezuela. 
Por eso quiero decir groserías. Las pienso en modo grito y las escribo: coño, puta mierda, joder, coñodesumadre, la puta que lo parió, me cago en la leche, mierda de los cojones, me cago en la puta, coño, coño, joder, joder, joder...y vuelta a empezar. 
Desde hace mucho tiempo siempre he pensado que vivo en el país equivocado. No me quejo, para nada. Siempre me voy, me fui y me iré. Pero siempre regresaré y estaré. Supongo que el universo se encargó de dejar mi polvo en esta latitud por alguna razón y a estas alturas ya sé justamente el porqué. Y resulta que es el país que amo. Donde quiero estar. Si llegaste hasta aquí habrás visto que estoy un “poquito” harto. No soy el único que está asqueado de ver personas estúpidas dirigir a un país como si fuera una broma. Y sobre todo estoy cansado de aceptar que haya personas que piensen distinto a mi, y que ellos no me dejen pensar lo que me dé la puta gana. Esto vale para cualquier lugar. Llevo rato cansado la verdad, que cansancio me da. También pienso: ¿a quién le importa? 
Hay una canción del querido Lou que finaliza con una frase lapidaria. Era el sentimiento que tenía hacia los políticos y sobre todo hacia la estupidez. Traducida al español viene a ser algo como “menos mal que tenemos una palabra para gente así: ey mother fucker! 
Y yo añado: a tomar por culo.