Es cuando deseo que el tubo sea
una bazooka, para reventar con metralla su ignorancia y mala onda innecesaria.
Me ponen a un lado como a un
exiliado sin derecho a palabra. Un sargento se acerca y echa un vistazo al
tubo; me dice que si extraigo las fotos va a ser mejor, señala el tubo y dice
"esa vaina es muy escandalosa".
Saco las fotos (grandes) y ahí
en medio de la frontera, en el mismo puente que divide ambos países, las extiendo
en el asfalto caliente para enrollarlas de nuevo. Los curiosos se acercan a
ver. La primera foto que sale es la de la chica con un fusil AK-47 de una serie
de amantes de las armas en los Estados Unidos. Los guardias abren los ojos
estupefactos y el que desde el principio me agarró manía señala "con esa
foto no vas a pasar, eso es apología a la violencia".
Lo miro con cara de WTF y trato de explicarle pero le vale madre, solo me pregunta si estuve en los Estados Unidos hace poco. Solo puedo pensar "Dios, que alguien grabe o fotografíe este momento". Sigo arreglando las fotos y aparecen las de los encapuchados de las protestas del año pasado justo aquí al lado en San Cristóbal. Se ríen y hacen gestos, "tú no pasas ni de vaina". Un señor que está por ahí me pregunta "¿es usted fotógrafo profesional?".
Lo miro con cara de WTF y trato de explicarle pero le vale madre, solo me pregunta si estuve en los Estados Unidos hace poco. Solo puedo pensar "Dios, que alguien grabe o fotografíe este momento". Sigo arreglando las fotos y aparecen las de los encapuchados de las protestas del año pasado justo aquí al lado en San Cristóbal. Se ríen y hacen gestos, "tú no pasas ni de vaina". Un señor que está por ahí me pregunta "¿es usted fotógrafo profesional?".
Espero otra hora. Llega el
capitán, le contaron del contenido de las fotos. Le doy mis tarjetas de
presentación que mete en su bolsillo y pregunta ¿qué quieres demostrar con esas
fotos?", le digo que a veces hago cosas que me gustan y cosas que no y
añade "así que eres un artista". Me sorprende su comentario. Se aleja
con los otros dos, y hablan entre ellos por un minuto que parece eterno. El
primero, el antipático, me hace un gesto que siento como omnipotente y grita
"Ok, pasa". Un colombiano vestido de civil me pide el tubo, lo mira
con alegría y dice “esto me sirve un montón”
Han pasado 5 horas. Me despido
del tubo con tristeza. Otras cosas sucederían luego. Y solo el primer día.
Bienvenido a Venezuela.
Las mujeres y ¿Llevas armas?
Una vez que cruzo el punto de
control venezolano donde me "bendijeron" el paso, llego a un camión
móvil de rayos X para meter el equipaje.
Como siempre me sale premio.
Pero ya estoy más que acostumbrado a que revisen mis bolsos llenos de cámaras,
aparatos electrónicos y carretes fotográficos.
Me preguntan de donde vengo,
"de México" digo. "¿Qué tal son las mujeres allá?" me
pregunta uno, "guapas y simpáticas" respondo. Y sin venir a cuento uno
suelta "las mujeres colombianas son sofisticadas en cambio las venezolanas
son ordinarias". Tengo que escucharlo mientras sacan toda la ropa de la
maleta y chequean minuciosamente mi bolso de fotografía. Siguen hablando de
mujeres. Terminan de revisar. Meto sin orden de nuevo mi ropa en la maleta.
Siguen hablando de mujeres. "Buenas tardes" les digo, pero ya no me
escuchan. Ya se consideran expertos en mujeres y las diseccionan como cirujanos
de la ignorancia y el machismo.
Tomo un taxi para San Cristóbal.
Tengo suerte de que el chofer sea un personaje muy simpático y educado que se
llama Robinson. Llegamos a un punto de control (retén) y la
"bizarrez" no ha terminado. Un guardia delgado y alto nos dice de
aparcar a un lado. "¿Lleva usted armas?", es lo primero que me
pregunta. Le digo que no obviamente. Cuando creo que nos va a dejar ir me dice
que debe hacerme un chequeo minucioso en la sede del cuartel pero sin las
maletas. Lleva un destornillador largo en las manos con el que juega y eso me parece
muy raro.
Señala una habitación pequeña mal iluminada y cierra la puerta tras de sí. Y ahí estoy, con un extraño guardia bolivariano que no debe tener ni 22 años, a menos de 70 centímetros de distancia en una habitación cerrada y sin ventanas. Lo que viene a continuación es cantinflero. Me indica de poner mi cartera en un pequeño cubo. Se ve mi dinero colombiano; saca todo lo demás de los compartimentos de la billetera: dinero mexicano, fotos personales de seres queridos, mis ID de tres países diferentes y tarjetas de banco. El destornillador en sus manos me sigue perturbando. Toma el dinero colombiano y agitándolo dice "usted no puede ingresar este dinero a Venezuela debido a los problemas que tenemos con Colombia y debe cambiarlo a bolívares porque aquí se debe andar con nuestra moneda".
Es cuando entiendo que quiere que le ofrezca ese dinero a él. Pero no, eso no va a pasar, me digo. Insiste "no lo puedo dejar pasar, va a tener que regresar (a San Antonio del Táchira donde está la frontera) y cambiar el dinero".
Le digo, "ok, yo regreso". Cambia su actitud de inmediato "bueno, voy a hacer una excepción y lo dejaré pasar, pero ya sabe para la próxima". Cruzo los brazos y ya no lo veo a los ojos, solo veo el destornillador preparándome a cualquier movimiento extraño que no sucede. Abre la puerta y me voy. Le cuento todo a Robinson el taxista que extrañamente me ha esperado y no se ha robado mis maletas ( algo que no pensé en ningún momento pero todos mis amigos venezolanos luego me dirían que tuve suerte, a lo que respondí que no todos los venezolanos son unos ladrones) y riendo dice "¡ese muchacho es tremendo loco!". Si, los guardias bolivarianos y todo lo relacionado con el orden público en Venezuela es para temer, de verdad.
Es verdad que hay que decir que como todo colectivo hay malos y buenos y sería injusto meterlos a todos en ese mismo saco de gente resentida, despiadada y con muy poco sentido de la lógica humanidad y del humor, pero la fama acumulada es negativa, lamentablemente.
Señala una habitación pequeña mal iluminada y cierra la puerta tras de sí. Y ahí estoy, con un extraño guardia bolivariano que no debe tener ni 22 años, a menos de 70 centímetros de distancia en una habitación cerrada y sin ventanas. Lo que viene a continuación es cantinflero. Me indica de poner mi cartera en un pequeño cubo. Se ve mi dinero colombiano; saca todo lo demás de los compartimentos de la billetera: dinero mexicano, fotos personales de seres queridos, mis ID de tres países diferentes y tarjetas de banco. El destornillador en sus manos me sigue perturbando. Toma el dinero colombiano y agitándolo dice "usted no puede ingresar este dinero a Venezuela debido a los problemas que tenemos con Colombia y debe cambiarlo a bolívares porque aquí se debe andar con nuestra moneda".
Es cuando entiendo que quiere que le ofrezca ese dinero a él. Pero no, eso no va a pasar, me digo. Insiste "no lo puedo dejar pasar, va a tener que regresar (a San Antonio del Táchira donde está la frontera) y cambiar el dinero".
Le digo, "ok, yo regreso". Cambia su actitud de inmediato "bueno, voy a hacer una excepción y lo dejaré pasar, pero ya sabe para la próxima". Cruzo los brazos y ya no lo veo a los ojos, solo veo el destornillador preparándome a cualquier movimiento extraño que no sucede. Abre la puerta y me voy. Le cuento todo a Robinson el taxista que extrañamente me ha esperado y no se ha robado mis maletas ( algo que no pensé en ningún momento pero todos mis amigos venezolanos luego me dirían que tuve suerte, a lo que respondí que no todos los venezolanos son unos ladrones) y riendo dice "¡ese muchacho es tremendo loco!". Si, los guardias bolivarianos y todo lo relacionado con el orden público en Venezuela es para temer, de verdad.
Es verdad que hay que decir que como todo colectivo hay malos y buenos y sería injusto meterlos a todos en ese mismo saco de gente resentida, despiadada y con muy poco sentido de la lógica humanidad y del humor, pero la fama acumulada es negativa, lamentablemente.
Economía loca
Sumado a la hostilidad de los
guardias, en Venezuela se viven situaciones muy bizarras. La delincuencia es
tan anárquica que puedes ser asesinado por un celular de última generación, y
hasta de antepenúltima. Después de las 8 de la noche las ciudades principales
del país quedan desiertas. Los que se arriesgan a salir tienen el ticket de la
lotería del crimen consigo. Luego están las famosas colas para comprar
productos de necesidad tales como champú, jabón o cualquiera de los productos
que el mismo gobierno regula, y que controla.
La economía venezolana es muy
loca, dicotómica. Por un lado tienes la gasolina más barata del mundo donde el
litro cuesta 0,02 centavos de dólar y
es el único país del mundo donde el litro de agua es mucho más caro.
Vivir en la Venezuela de hoy es
una mierda.
En octubre pasado, en un medio
donde trabajo regularmente apareció un artículo donde un chico venezolano ( eso
creo) hizo un experimento. Con 100 euros ( unos 97 dólares) cambiados en el
mercado paralelo ( es decir, cualquiera) pudo costearse una vida de mentira, o
una vida de fantasía para decirlo más bonito.
Primera explicación pertinente.
Si cambias 100 euros en ese mercado, que no es un mercado como tal, sino
alguien que tenga el dinero, amigos de amigos, etc, obtendrás unos 100 mil
bolívares aproximadamente, según la fluctuación del día que es llevada por un portal
web con sede en los Estados Unidos. Real o no, el venezolano, y hasta el mismo
gobierno que por años lo negó, se rige por este “mercado”.
En el artículo dice que con esos
100 mil bolívares puedes vivir un mes allí y hacer una vida llena de lujos,
como pagar dos prostitutas de buen parecer, comer en restaurantes caros y
dormir en hoteles idem, beber muchas cervezas y hasta alquilar un Cadillac.
Hay cosas que son ciertas y
otras no. Lo de la cerveza sí, la cocaína y la marihuana también; lo del hotel
y el alquiler de habitación no. Un hotel lujoso ( la visión del lujo es una
sola) en Caracas cuesta 75.000 la noche. Ya lo demás no lo puedes pagar. Hubo
un cambio en el artículo y sustituyeron las putas por un masaje exótico. Buena
jugada, pero igual no te llega. La manera como pueden leerse ciertas historias
dan ideas erradas.
Una de las cosas que más llama
la atención es lo de alquilar un Cadillac ¿de verdad? No me jodas. ¿Para qué
necesitas un Cadillac en Venezuela?. Se me ocurren varias teorías:
1. Vivir lo mas parecido a un video
juego, a un videoclip de jijopero negro con mujeres y fajos de billetes.
2. Alardear, simple y llanamente.
3. Que las mujeres te vean y te
pelen, pero no, ninguna lo hará, solo las interesadas, lo cual es válido, si,
pero patético.
4. Llevar a unos novios recién
casados.
5. Grabar un video clip que nadie
entenderá.
6. Solo por tener el placer de
manejar un auto así.
No tengo nada en contra de la
gente que quiera hacer lo mismo que este chico, porque cada uno es libre de
hacer lo que le dé la gana con su dinero y con su vida. Pero ¿de verdad? ¿Drogas,
putas y cadillac?. Es lo más parecido a la vida de un mafioso.
Partida
Regresé de nuevo por el mismo
lugar, la misma frontera. Allí estaba el mismo guardia antipático que me había
parado un mes y medio antes. Lo miré fijamente para ver si me reconocía. Y no,
ni se inmutó, quizá porque no llevaba la bufanda palestina, los tatuajes a la
vista y ningún tubo escandaloso. Debo confesarles que sentí un gran alivio al
cruzar a Colombia. Como si me hubieran librado de una cárcel.
Y lejos de sentirme feliz, tengo una profunda tristeza.
Y lejos de sentirme feliz, tengo una profunda tristeza.
Dentro de pocos días habrán unas
elecciones importantes en el país. La oposición tendrá la oportunidad de obtener
más diputados para frenar esas obtusas, ridículas y a veces macabras leyes que
los chavistas se han encargado de promover desde que la misma oposición, en un
momento en que pudieron obtener la mayoría, optó por no presentarse a las
elecciones parlamentarias creyendo que con eso chantajearían a un Hugo Chávez
crecido y alimentado de ultra poder. Les salió el tiro por la culata. Quizá el
domingo puedan recuperar algo, pero pasarán muchos años para que los cambios
sean perceptibles. Mientras tanto invito a todos a ir a Venezuela, a pagar un
buen dinero por un billete de avión, y disfrutarla como el chico del
articulo de las putas, de la cocaína, la cerveza y la marihuana. Solo añadiría un
gasto mas: un guardaespaldas.