Pertenezco
a una generación que tuvo la suerte de vivir la gran época del rock venezolano
de los años 80 y parte de los 90 encabezada por la banda Sentimiento Muerto.
Después de eso, poco me interesó lo que se hacía. Últimamente y ayudado
por el hecho de que paso demasiado tiempo en mi auto (porque me ocupo, no
porque me guste estar conduciendo) he redescubierto el placer de escuchar
la radio. Mis queridas Mamarock, Gloria y Krys me devolvieron el placer por las
ondas hertzianas perdido por allá no sé dónde. Cosa que me ayuda cuando estoy
metido en el tráfico a olvidarme de donde estoy. Estoy aprendiendo a oír de
nuevo, a no tener el impulso de apagar antes de dejar que las canciones rueden
completas. Y sí, hay un nuevo rock hecho en Venezuela que está muy bien.
Existen cosas geniales, cosas fabulosas y mierdas incomprensibles.
2.
Soy
un rocker empedernido. Las guitarras, los gritos, el desgarro y los beats
potentes de las baterías son mi caldo de cultivo desde la infancia. Me gustan
los malos/as, los/las outsiders, los auténticos/as, los que se meten en
problemas por decir lo que piensan y se empeñan en ser humanos con un don y con
una genialidad. Aquellos y aquellas que se manejan en sus propios términos son
los más inspiradores. Desde que viera un poster de Jim Morrison, Los Beatles y
Kiss en la tienda de discos de mi padre ( Disco Pop en la avenida 20 con 28 en
Barquisimeto) tuve curiosidad por lo que había detrás de esos aparentemente
buenos niños con peinados de buenos niños, de la mirada intensa de un loco y
del maquillaje de unos carajos que me daban miedo. Y como niño que era, primero
los ponía en el pequeño tocadiscos de nuestra casa, siempre curioso por lo que
saldría de esa conexión entre aguja y líneas de un círculo brillante (
fascinación todavía latente ¿no?) y siempre después de ese acto mágico,
independientemente de si me gustaba o no lo que emanaba de esa conexión,
tomaba el acetato y lo tiraba contra la pared. Si, como un freesbe. Podía
tener a disposición una enorme cantidad de discos ya que el depósito estaba en
el cuarto de los trastes que todo el mundo tiene en su casa. Ese era una de los
juegos entre mi hermano y yo: lanzar discos de 45 contra la pared y
maravillarnos con la explosión del plástico. Que me perdonen los puristas,
¡pero es que había un montón y era demasiado divertido!
Teníamos
7 u 8 años y ya éramos rockeros rompiendo el rock.
3.
Hace
pocos días fui a un concierto de alguien que desconocía por completo. Que si
fue miembro de Claroscuro, de Chuck Norris y Joystick. Bandas que jamás he
escuchado.
Carlos
Reyes tiene un proyecto nuevo que se llama así: Reyes. No asistí muy convencido
a su concierto por esa mala y negativa idea preconcebida de que “si no lo
conozco para qué voy a ir a escucharlo”. Y me di con una patada en las narices
de lo idiota que puede ser uno por tener esa preconcepción que señalé antes.
Carlos es un chico sin pretensiones de estrella rock, que hace un rock
auténtico, que toca las fibras ( al menos las mías) y de su guitarra se van
notas de fuego, acordes de cristal rasgado que pueden sonar como un coro de
ángeles enamorados vestidos de negro. Fuimos sus siquiatras por una hora. A
través de sus letras es obvio que no hace lo que hace para nadie excepto para
él. Nos dijo, toma lo que necesites: amor, pasión, locura, cariño, melancolía,
oscuridad, rutina, tristeza. Exorciza y sigue adelante. Carlos refleja mucha
intensidad. Si es así o no, guarever. Es un tipo que se baja de la tarima y se
va a comer un pepito de carne en la calle con todo el arsenal de salsas, al
mismo tiempo te cuenta como llegó a componer el riff de uno de sus temas más
difíciles y después la voz se le endulza cuando habla del amor que siente por
su querida Belisa…bueno, ahí es cuando el silencio se apodera del planeta.
Es
agradable descubrir a gente que es creadora en su territorio y lo saca a la
luz. Con el riesgo que eso conlleva, el de mostrar demasiado de uno mismo.
Artistas que se inspiran en las menudencias de la cruda, oscura y brillante
vida cotidiana, que encuentran belleza en el caos, y caos en la belleza, que te
dicen “soy sensible” y no les importa si estarás de su lado. Si lo estás
bienvenido, y si no, pues también.
Carlos
es una persona que te dice “esto es lo que hay, esto es lo que soy”.
Es
uno de esos pocos genios sin fachadas.
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