1-
Tengo ganas de decir muchas groserías. Aquí solo puedo llegar a escribirlas: coño, puta mierda, joder, coñodesumadre, la puta que lo parió, me cago en la leche, mierda de los cojones, me cago en la puta, coño, coño, joder, joder, joder...y vuelta a empezar. ¿La razón? Obvio hay muchas. Da igual. Quiero decir, escribir groserías. Estoy en un mood muy filoso. A todas estas, ¿a quién coño le importa? A veces me importa un poco, a veces me importa una mierda, a veces me importa demasiado.
Son las 7 de la mañana y estoy en Caracas, en el aeropuerto. Hace unas horas estaba durmiendo en el suelo. Y sin saber cómo coño ha sido. Dormí como un bebé de 3 meses durante dos horas seguidas utilizando como almohada una bolsa que rellené con mi ropa. Todo esto mientras sujetaba mi mochila de la vida (cámaras, etc) con un brazo y ponía una pierna sobre la maleta. Por aquello de que no vaya a ser que me roben. ¡Y mira tú que suerte he tenido! Todo estaba en su sitio cuando desperté. Hasta tuve que poner la alarma del móvil. Cuando me levanté aún seguía con la pesadumbre de horas de vuelo y cansancio acumulado. Miro a mi alrededor y me doy cuenta que tengo un montón de vecinos con los que compartí el mismo piso frío y desnivelado de nuestro magnífico aeropuerto nacional. Todos nos estiramos y casi nos dimos los buenos días como compañeros de cama. Como no tenía que vestirme, salí cagando leches a facturar para el regreso a mi pueblo, a la base. Al menos hay una base, eso creo. Son en mi reloj las 5 y 20 de la madrugada ( luego resultaría que tenía la hora de Miami que es media hora de más y hasta ese día por la tarde ni me percaté, ay que feliz parece que soy)
A esa hora que yo no sabía que no era la hora, ya hay una mega fila de personas histéricamente pasivas, trasnochadas y de mal humor esperando hacer check in. La energía que se palpa en el ambiente es negativa y muy pesada, creo que casi la puedo tocar con las manos. Allí estamos, todos con el mismo sentimiento de miedo de no perder el vuelo, de que no haya problemas con el boleto y que ninguno de los aviones esté retrasado. Esto último obviamente es tan seguro que ya nadie protesta. En este país la gente está tan acostumbrada a esperar y esperar y esperar y esperar por cualquier cosa, que la paciencia ya no es paciencia. Es una virtud añadida a nuestro gentilicio, como lo de las mujeres lindas y las playas espectaculares. Ya no es un issue.
2-
Desde hace unos meses mis boletos tienen una extraña cartografía ridícula: de Caracas salgo para Panamá, luego voy a México y a las dos semanas termino en el cuarto de los sospechosos del aeropuerto de Atlanta para al día siguiente amanecer en Rio de Janeiro. Y no sé lo que es dormir. Mis preocupaciones son llegar a tiempo a las puertas de embarque, ver si hay alguna wifi disponible para dejar por ahí mensajes de que estoy vivo ( todavía sigo creyendo que a alguien le importa) y dormir donde me pille. Ya ni me interesan los tiempos de vuelo. Me entero cuando el capitán echa el cuento. Pero antes, siempre me repito optimista "dormiré en el avión". Iluso de mi.
En el futuro me va a gustar recordar esta época de rock star sin tener ni la guitarra, ni las baquetas, ni mucho menos la voz para estar en una banda. Aunque lo más parecido a un grupo de rock es lo que tenemos en "Cocina para luchadores" : un cocinero que toca la guitarra y canta, un editor que sólo viste camisas grunge, un diseñador zen que oye música extraña y que usa chalecos estilo Marty McFly, un director de cine que un día puede ser un robot humanoide que solo hace gestos con la cabeza y otro día habla unas palabras y sigue siendo un robot humanoide que solo hace gestos con la cabeza, y un servidor, frenéticamente histérico queriendo tener el control de todo cuando tener el control de todo es una mierda que a veces no sirve para nada. Nuestra habitación, esa sí que tenía la pinta de ser de una estrella de rock: vasos vacíos y llenos, botellas de vino y de tequila y de mezcal, ceniceros repletos de colillas, ropa tirada, papeles, etc. Cada día cambiaba y era como hacer arte. Nuestra ama de llaves nos miraba con mezcla de extrañeza y respeto. Nos faltó tirar la tele por la ventana. Si, antes de España estuvo México. Pero ese es otro cuento más largo y que merece un apartado más extenso.
3-
Miro atrás, no tanto, solo 4 días y no sé cómo estoy de pie. Dormir, dormir, dormir…no me acuerdo. Algo en un avión, quizá desde Madrid a Miami, no sé…. O tal vez en el de Santiago a Madrid, puede. Pero creo que fue en el de Miami a Caracas, no, en ese no: mi vecino era tan grande que invadía mi espacio torpemente dándome codazos todo el tiempo. Y digo, mierda, si que soy drama queen, ¿no acabas de decir en el párrafo 1 que dormiste dos horas como un bebé en el suelo? Deja de llorar idiota.
Hace 4 días también estaba haciendo mi primer tweet y no sé si la tierra tembló pero yo no sentí nada. Me aburre el twitter, qué le voy a hacer. Hace dos días murió Lou Reed y la tierra si que cambió. Perdimos (perdí) a un inspirador, a un pensador, a un escritor de historias fascinantes de vidas honestas, crueles, duras, dulces, amargas, alegres, tristes, irónicas, sarcásticas…en fin, como es la vida, sin manipulaciones electrónicas. El planeta siguió girando. Me imaginé el cuerpo inerte de Lou en una sala fría de alguna morgue neoyorkina y sentí un escalofrío y un vértigo incrédulo como si lo mirase en vivo y directo. No te crees que alguien con tanta vida interior desaparezca. Bye Lou, thanks Lou.
4-
Caracas-México-Madrid-Santiago-Madrid-Miami-Caracas-Barquisimeto.
Aquí está otro de esos boletos “locos” que hasta el inspector de Cadivi ( un organismo venezolano que regula si te dan o no unos pocos dólares a precio preferencial) que le tocó mi caso seguramente ni lo entendió porque me negaron los putos dólares.
Desenfocado en el aeropuerto de Santiago de Compostela. Viene el regreso y es cuando debo estar alerta de no perder el avión de vuelta a Madrid, donde después de unas pocas horas arañadas al sueño, vuelva a tomar otro hasta Miami. Muchas horas turbulentas después y mientras escucho a Lou, a Stephen y a Trent estoy espatarrado en una silla del aeropuerto de Miami, esperando para embutirme de nuevo en otro asiento diminuto e incómodo y volver a la anarquía, para volver al “sálvese quien pueda, cuídate el culo tu solito que nadie te lo va a cuidar” ¿Cuál es la anarquía? Tiene nombre de país: Venezuela. Recuerdo una reflexión posterior de un viaje a Ecuador que hice hace unos años donde aseguraba a unos amigos que “si algo no se jode todos los días en ese país, es por pura suerte” Bueno, algo más repotenciado, insuflado y explotado pasa en “un país que sería el mejor país del mundo para vivir si no fuera por…(yo pongo GUAREVER)” en palabras del vecino que no me dio paz entre Miami y Caracas.
5-
Amada Venezuela. ¡Cuanta suerte! Si no se cae un avión nacional -donde parece que las ventanas van abiertas y te preguntas por los mantenimientos de los mismos y mejor déjalo así no pienses más- es por pura suerte, si te roban y no te matan, es por pura suerte, si te roban y te perdonan la vida, es por pura suerte, si haces alguna gestión gubernamental en un ministerio o equis oficina del estado y sale rápido, es por pura suerte, y si sale en 5 horas y no en 7, ¡uf que suerte!; si en un banco alguien te atiende con una sonrisa es por pura suerte, si dejas la cartera olvidada y milagrosamente la recuperas con todo lo que hay en su interior, es muuuuucha suerte, si la recuperas con tu documento de identidad, eso sí que es una suerte, y así, podría estar escribiendo infinitamente de la suerte que tenemos los venezolanos de vivir en Venezuela.
Por eso quiero decir groserías. Las pienso en modo grito y las escribo: coño, puta mierda, joder, coñodesumadre, la puta que lo parió, me cago en la leche, mierda de los cojones, me cago en la puta, coño, coño, joder, joder, joder...y vuelta a empezar.
Desde hace mucho tiempo siempre he pensado que vivo en el país equivocado. No me quejo, para nada. Siempre me voy, me fui y me iré. Pero siempre regresaré y estaré. Supongo que el universo se encargó de dejar mi polvo en esta latitud por alguna razón y a estas alturas ya sé justamente el porqué. Y resulta que es el país que amo. Donde quiero estar. Si llegaste hasta aquí habrás visto que estoy un “poquito” harto. No soy el único que está asqueado de ver personas estúpidas dirigir a un país como si fuera una broma. Y sobre todo estoy cansado de aceptar que haya personas que piensen distinto a mi, y que ellos no me dejen pensar lo que me dé la puta gana. Esto vale para cualquier lugar. Llevo rato cansado la verdad, que cansancio me da. También pienso: ¿a quién le importa?
Hay una canción del querido Lou que finaliza con una frase lapidaria. Era el sentimiento que tenía hacia los políticos y sobre todo hacia la estupidez. Traducida al español viene a ser algo como “menos mal que tenemos una palabra para gente así: ey mother fucker!
Y yo añado: a tomar por culo.
2 comentarios:
Mi querido Luis,observo que tus sentimientos son de todos modos algo negativo, algo que igual otra persona puede reprimir, como si estuvieran en frente de ese mundo que bien describiste sordas y ciegas., a veces nos encontramos en una jungla desconcertante y angustiosa ( sin dormir, vuelos, horas interminables, trabajo, mochilas que son nuestra única familia a veces....), pero te diré una cosa,,, tu PUEDES en tu interior planificar, modelar, calcular, reparar, ensamblar, computar y luego asombrarte ante tu obra terminada, tu trabajo con esa "pedazo cámara" en la que un día decidiste plasmar toda la verdad de la vida ( política, sucesos, retratos...) experiencia que te hace engrandecer a ti mismo con tu obra, tu éxito profesional, y al otro lado de la computadora estamos tus seguidores, tus amigos, o tu amiga de aeropuerto Santiago de Compostela jajaja, creyendo en ti y estate seguro del respeto y del reconocimiento que te mereces...eres único...un besazo cris
Me hubiera gustado verte dormir.
digo, aun me gustaría verte dormir.
A quien le importa?
a mi me interesa, al menos.
digo, me sigue interesando.
feliz noche.
D.
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