Los peloteros cubanos son reconocidos como los mejores del mundo. Cuba se ha convertido, en las dos últimas décadas (como lo fue antes del triunfo de la Revolución), en una cantera que abastece las Grandes Ligas de Estados Unidos con talentosos “desertores”. Varios jugadores son tentados por los fabulosos ingresos que promete la pelota norteamericana. Pero no todos los grandes beisbolistas cubanos sucumben ante el “vil metal”, como dice frecuentemente el presidente cubano, Fidel Castro.
Para algunos expertos, el hecho de que el béisbol en Cuba se desarrolle dentro de enormes limitaciones, sólo tiene una explicación: el incondicional y apasionado amor al deporte de los aficionados cubanos.
Empieza el show
Es viernes y anochece. Alrededor del estadio, algunos hombres y no pocas mujeres apuran las botellas de ron a palo seco. No se puede beber dentro de los recintos deportivos en Cuba, pero entrar borracho aún está permitido. La seguridad es máxima, y policías por todos lados controlan que no se desmadre nadie. Algunos ya empiezan a bailar al ritmo de tambores sacados de quién sabe donde y de artilugios mecánicos que hacen ruido. Por la megafonía no para de sonar el famoso Reggaetón, que pone a las niñas, con sus minúsculos shorts o minifaldas, a mover las caderas sensualmente.
Esta calma inicial la rompen dos hermosas y frondosas mujeres que discuten por algo. En un país en el que todo el mundo vive pendiente de todo el mundo, casi el estadio al completo se da la vuelta para disfrutar del espectáculo que surge en las gradas: en medio de las dos mujeres hay un hombre con cara de tonto. Una le dice a la otra: “me estoy echando a tu marido”, la otra se abalanza sobre su melena y la araña con sus afiladas uñas de manicura caribeña. El tipo, no precisamente un adonis irresistible, trata de separarlas, y recibe lo suyo también; no sabe cómo escapar a la furia de las dos mujeres. La policía corre a auxiliarlo y a poner orden.
Y es que en Cuba hasta los problemas domésticos pueden llevarse al estadio de Béisbol. Porque para los isleños este deporte no es simplemente el juego de unos tipos jugando con pelotitas y bates y haciendo estrategias: es una pasión, una religión, es lo que cataliza las emociones de todos, y les hace felices o les entristece, les ayuda a olvidar y a recordar épocas diferentes. Desde la última década del siglo XIX éste deporte se mimetizó con el carácter y la personalidad del pueblo cubano. No está probado científicamente, pero los cubanos saben que lo llevan en la sangre.
Todo el mundo en Cuba es manager
No hay actividad social más grande que el béisbol en Cuba. En 1878 nace este deporte en USA, y 6 años después llega a Cuba. Los españoles lo prohíben, razón por la que se jugó clandestinamente. Los españoles deseaban que los cubanos se aficionaran por los toros, pero éstos prefirieron los palos, las pelotas y la estrategia a la sangre, las espadas, y la muerte.
Lo primero que logró el béisbol en Cuba fue restarle público al espectáculo nacional de aquella época: las corridas de toros. El béisbol fue un deporte que, en sus inicios, fue jugado desafiando a las autoridades coloniales españolas, quiénes veían el invento como una forma “secesionista” y “peligrosamente violenta” debido al uso de los bates.
Los deportes son importantes en Cuba. Son baluartes de la revolución, y su efectividad ha sido comprobada a lo largo de los resultados en las competiciones olímpicas y mundiales. La disciplina deportiva se rige por un carácter militar y tajante. Los entrenadores están atentos a cada movimiento que cada deportista hace, a su alimentación, a su musculatura, y su compromiso revolucionario está monitoreado permanentemente. Todo para mantener el sueño de llegar a ser alguien en ese país y luchar por la patria, incluso morir por ella.
En un rincón del Parque Central, en pleno centro de La Habana, se reúne todos los días un grupo de cubanos que discuten sobre lo acontecido en la pelota cubana. Lo hacen apasionadamente, gritando, pegando saltos, realizando innumerables gestualizaciones caribeñas con sus manos y cuerpos, pero en ningún momento faltándose al respeto. Son educados hasta en pleno brote de agresividad. Todos creen que pueden ser manager de un equipo de béisbol, y cada uno de éstos fanáticos aseguran tener las claves mas idóneas para que un equipo gane un partido. Una frase socorrida de quienes hacen vaticinios que no se cumplen es: la pelota es redonda y viene en caja cuadrada.
USA al acecho
El “enemigo” también se cuela entre las gradas de un estadio de béisbol cubano. Son los llamados cazatalentos de jugadores de béisbol de las ligas americanas, las más importantes. Cuando encuentran lo que buscan, ofrecen millones de dólares. Pocos aceptan, pero los más jóvenes y atrevidos saltan la valla. Un caso conocido es el de Kendry Morales, considerado “el niño maravilla” del béisbol cubano: le ofrecieron 30 millones de dólares. La instancia deportiva cubana ( INDER) se enteró del asunto, y la policía durante unas semanas cercó al muchacho para que no se fugara, pero en un descuido una lancha rápida se lo llevó, directo y sin escalas, a las costas mayameras. Ya instalado en USA, firmó contrato con el equipo Anaheim de Florida por 6 años. Los periodistas cubanos que consulté sobre este tema coinciden todos al unísono: Kendry nunca jugará para su verdadero equipo, con el equipo de su corazón, será siempre un mercenario, y no representará nunca a sus raíces y su sangre, solo lo hará por dinero. Para los peloteros cubanos implica en lo personal un reto deportivo, y en lo económico un salto que va de los US$15 mensuales que ganan en Cuba a los millones que les esperan en USA. Los que no se atrevieron, viven de la gloria de sus jugadas sólo en Cuba, y eso es suficiente. “Que más puedo pedir”, dice un pelotero cubano que prefiere no ser identificado- “Es preferible la fama en mi país que ser recordado por ser un traidor a la patria”
Cría peloteros y servirán a la patria
Nace un niño, nace un pelotero. Para entender esta pasión descontrolada y arrebatada de los cubanos por el béisbol tenemos que irnos a los inicios de la crianza de cualquier pequeño cubano. Su primer regalo cuando aprenden a caminar es un guante, un bate y una pelota de béisbol.
Los niños se costean sus uniformes, y eso que Cuba se encuentra en una situación difícil, y comprar tela o materiales para hacer los uniformes resulta tremendamente difícil, aún teniendo dinero, ya que el bloqueo de USA impide comprar el material necesario. Pero no es razón para no jugar. Sí lo es no aprobar las materias en el colegio. Si el niño no lo hace, no puede representar ni a su municipio, ni a su provincia, ni a su país: para competir en el estadio tiene que ser buen estudiante. Esa es la base del desarrollo de un país, es el “recurso humano” como dice el comandante en jefe Fidel. Está claro que si no fuera por el talento natural, el béisbol hubiera desaparecido en la isla.
En la calle todo vale
Cualquier calle de cualquier ciudad cubana es un estadio de béisbol para organizar partidos. Jóvenes y niños son los que, mayoritariamente, inundan las calles después de la salida del colegio. Todo vale para jugar: un palo de escoba, un pedazo de madera, una pelota de tenis, y algunas fabricadas con celo y papel. Las esquinas son las preferidas por estos jugadores a pie de calle. El béisbol en Cuba tiene dos caras: una para el exterior, que luce atractiva, y otra en el país, que puede parecer insoportable. Ser cubano significa amar la patria, y amarla significa adorar el deporte nacional, ése que tiene un rival con apasionantes connotaciones políticas.
*Reportaje publicado en la revista GQ España, La Vanguardia (España) y El Mundo (Venezuela) (2005-2007)
*Si quieres verlo de otra forma link aquí: http://www.arteamundo.com/invitados/luiscobello/
miércoles, 6 de febrero de 2008
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